‘¿Qué me pasa doctor? Lo que usted quiera que le pase.’

El sociólogo alemán Max Weber separaba sistemáticamente la “vocación” del político con la del científico, entendiéndolas como dos esferas separadas con intereses contrapuestos. Hoy más que nunca, con la pandemia provocada por el SARS-CoV-2 azotando al mundo y, de momento, centrándose en los países desarrollados, estas diferencias son cada día más palpables. Gabinetes ministeriales actuando en la más absoluta penumbra, líderes prometiendo fechas -bien a la ciudadanía, bien a las empresas- para “volver a la normalidad” y mensajes positivos de todo tipo siempre son contrapuestos a la “negatividad” en las aseveraciones de una figura recurrente en los países occidentales: El científico al mando.
Trump: Nacido para matar o morir matando
El caso paradigmático es el Doctor Anthony Fauci, célebre epidemiólogo norteamericano, conocido mundialmente por sus averiguaciones sobre el VIH en los años 90 y al que Donald Trump decidió -en un ejercicio que parecería de masoquismo- nombrar cabeza visible de la respuesta de los Estados Unidos al Coronavirus.
Las comparecencias conjuntas del Presidente Trump y el Doctor Fauci ya han surcado las redes en forma de meme en incontables ocasiones en solo dos semanas. Un Donald Trump fiel a su estilo, lanzando fechas de regreso a la “normalidad” excesivamente optimistas -misa de Pascua incluida- o prediciendo una vacuna Made in USA en “3 o 4 meses” frente a un Doctor Fauci que, lejos de rebajar las expectativas del Presidente, directamente las desechaba.
En el momento en el que se escribe esta entrada, sombras de uno de los célebres despidos de Donald Trump planean sobre el Doctor Fauci, especialmente alentadas por los medios de comunicación más conservadores, que no toleran que Fauci alardeé de que Trump “le escucha atentamente” en los asuntos que conciernen a esta pandemia.
Errar es humano
Fauci también es objeto de crítica por declaraciones de finales de febrero en las que restaba importancia a la situación del Covid19 en China e Italia, pese a que esa era una opinión generalizada en ambos espectros del tablero político ¿Nos suena de algo?
La relación entre una figura política y un técnico siempre va a suponer un choque, puesto que una mide su actuación en función de los apoyos o rechazos que generará la misma mientras que el otro no se siente “atado” a la coyuntura, se permite el lujo de pensar o pedir una actuación a largo plazo. La historia de nunca acabar. Veremos hacia donde llega este baile de egos en el Despacho Oval.
España: Juego de sombras
En España , por otro lado, tenemos al Director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, Fernando Simón. Recién recuperado del virus, Simón adopta un tono más positivo, pero no duda en enfriar las expectativas ciudadanas de recuperar la “normalidad” en el corto plazo. Es curioso que pocas veces aparecen en el mismo plano, es como en la película “El sexto sentido” en la que el protagonista solo ve a Bruce Willis cuando están a solas, nunca cuando hay otros actores delante.
Cuando en comunicación política se saca la carta del asesor técnico es para dotar de más veracidad a las palabras de los cargos públicos, es un : “Eh, que esto no me lo invento yo, esto lo digo con el beneplácito de este señor o señora que podría corregir mis palabras en cualquier momento… pero no lo hará.”
Lo triste de estas situaciones es que los dirigentes públicos se suelen rodear de técnicos cuando las crisis ya están en su máximo apogeo y no cuando están naciendo, quizá ese sería el momento clave para escucharles y tomar nota de lo que dicen.

Orden a partir del caos:las claves de la estrategia Trump
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La poesía: arma cargada de futuro en los discursos políticos
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