‘Metro Bilbao: Norman Foster y Otl Aicher’
En marzo de 1988 Norman Foster ganó el concurso para construir el metro de Bilbao. Lo que no había podido ser en el pasado (Foster intento colaborar con Aicher en el proyecto para el Hong Kong Bank) se hizo realidad por fin, y dos figuras ya legendarias de la arquitectura y el diseño colaboraron para afrontar un proyecto que, visto hoy hace ya 25 años, es una historia maravillosa de la arquitectura, el urbanismo y el diseño gráfico aunando esfuerzos para salvar una ciudad «enferma» a través de la construcción del metro, la columna vertebral del proyecto técnico de renovación de la región Bahía de Bilbao.

Cuando Foster estaba trabajando en el proyecto del Hong Kong Bank quería contar con la colaboración del «mejor diseñador gráfico vivo», y en esa búsqueda descubrió no solo uno de los mejores diseñadores gráficos de la reciente historia, si no también al poeta, filósofo, pensador, y finalmente un amigo y colaborador con el que pasaba muchos fines de semana, hablando y pensando sobre la vida y el mundo, Otl Aicher.
Sobre Otl Aicher se ha escrito poco, y tengo la sensación que así seguirá siendo. Aicher es uno de los herederos de la tradición del diseño gráfico centroeuropeo que emplea retículas para estructurar el espacio. La combinación entre rigor y libertad, junto a un desarrollo intelectual alentado por el tejido de relaciones que desde la escuela de Ulm estableció con intelectuales como Josef Albers o Alexander Kluge, le convierten en un diseñador excepcional. Es conocido por sus pictogramas e identidad gráfica para los Juegos Olímpicos de Munich 1972 y sus identidades para Braun, Erco, Bulthaup o Lufthansa, además de por ser un activista de la acción educativa y cultural para combatir los daños en la sociedad alemana y europea causados por el regimen nazi. Un pacifista y un señor que ya hablaba de ecología cuando nadie sabía lo que era. Un maestro, un visionario, un sabio.
«El talento de Otl consistía en, de alguna manera, encapsular el espíritu de una idea o un lugar en una combinación de gráficos a base de líneas y colores. Y en cierto modo, resumió la esencia de Bilbao, su patrimonio industrial, su renacer y quizás la contribución de Otl fue sacarlo a la luz a través del Metro.»
Norman Foster
El punto álgido de la colaboración entre Otl Aicher y Norman Foster surgió en el proyecto que ambos desarrollaron para Metro Bilbao, una colaboración extraordinaria. Un trabajo donde «hablando de diseño, me parece muy difícil separar la arquitectura de la red del Metro de su señalética, de su grafismo» como comenta con cariño Norman Foster en el vídeo de presentación de la exposición «Otl Aicher. Metro Bilbao. Arquitectura y paisaje» que organizó el Museo de Bellas Artes de Bilbao recientemente.
Afortunadamente para los habitantes de Bilbao el proyecto del Metro recayó en Foster y, por ende también en Aicher, quien comenzó a trabajar en él a finales de 1988. Su objetivo era el de crear la imagen corporativa y el sistema de comunicación visual para la nueva infraestructura, pero como siempre en Aicher tenía que entender el encargo («was ist bilbao?» «¿Qué es Bilbao?» se pregunta). Para ello, en su linea de actuación habitual, realizó un estudio complementario que es una auténtica delicia. Además de su excepcional calidad gráfica, el estudio es un buen ejemplo del método de trabajo del diseñador, quien, para definir una señalética y un sistema de información para el metro, realiza una diagnosis transmisible de la economía, la sociedad y la cultura de la ciudad en la cual su trabajo actuará. Este proceso lo elabora sobre la clara conciencia de las repercusiones económicas, sociales y culturales que tendrá el diseño final como explica Gillermo Zuaznabar en la conferencia «otl aicher: was ist bilbao? proyecto metro bilbao».
Una identidad visual donde el rojo bermellón (el color de la vida) se sobrepone al negro (la muerte y la destrucción), una identidad dinámica y en movimiento para sanar una ciudad industrial oscura y agobiante, un visión orgánica pero también mecánica (las ruedas), una identidad que integra la ciudad, la industria y la idea: velocidad, aire y luz para una ciudad en plena transformación. De este proyecto hace ya 25 años, y no, no se equivocaba.

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