‘Maniqueísmo como arma política’
Ya pasado el torbellino de las elecciones a la Asamblea de la Comunidad de Madrid, donde la temperatura ha ido aumentado conforme se acercaba el día de la votación, hemos podido disfrutar, o padecer, según se mire, las diferentes estrategias políticas planteadas con el objetivo de alcanzar los retos marcados por cada candidatura.
El intercambio de golpes entre las formaciones competidoras ha estado a la altura de la cantidad de medios que han cubierto los comicios madrileños a base de artículos y demás material periodístico. Y es que, las elecciones a la presidencia de la Comunidad Autónoma de Madrid, pese a no ser novedad, han vuelto a trascender de la propia comunidad para cobrar valor a nivel nacional.

No me voy a parar a analizar los resultados electorales en profundidad, sino que quiero destacar una cuestión que creo que ha cobrado gran valor durante toda la campaña. Los binomios, ya presentes en otras muchas elecciones, han ocupado una posición determinante en la misma. La confrontación de dos conceptos opuestos ha sido herramienta recurrente de llamada al voto y movilización del electorado.
Isabel Díaz Ayuso empezó su campaña lanzado el mensaje ‘Socialismo o libertad’, más adelante, con el anuncio de Pablo Iglesias de presentarse como candidato a la presidencia por Unidas Podemos, lo modificaría por ‘Comunismo o libertad’. Un apretón más a la tuerca dicotómica. La estrategia marcada por el equipo encabezado por el PP madrileño no fue en balde.
La presidenta madrileña, desde los inicios de la pandemia de la covid hasta la actualidad, ha sabido ocupar el lugar de la oposición al gobierno estatal desde su sillón autonómico. El líder nacional del Partido Popular, Pablo Casado, se ha ido diluyendo por la fuerte presencia de Ayuso en los principales medios del país.
Casado apenas ha aparecido junto a Ayuso en campaña electoral, a excepción de la propia noche electoral, y es que Ayuso, al igual que hizo en su momento Feijoó, ha tratado de crear su propia marca autonómica alejándose de los malos resultados del PP en otros lugares del territorio. El posicionamiento que debía ocupar su marca en la mente del electorado era claro: ser la adalid de la libertad.
La cabeza de lista por el Partido Popular en la CA de Madrid ha sabido navegar en un contexto en el que le beneficiaba la disyuntiva planteada. Debemos tener en cuenta el contexto sociopolítico en el que se encuentra España y la propia comunidad autónoma: mala situación económica unida a la fatiga pandémica acumulada tras un año de interrumpidas restricciones.
El equipo de Ayuso ha sabido crear unos marcos mentales y extenderlos en parte de la sociedad madrileña que rotan en la necesidad de poner mayor énfasis en la defensa de los establecimientos hosteleros. Las frases con más eco mediático son aquellas relacionadas con los bares y restaurantes, así como todo lo que ello implica: cañas, tapas, terrazas, etc.
Por su parte, Unidas Podemos, tras los encontronazos con la extrema derecha en el debate de Cadena Ser junto con las balas que recibió Pablo Iglesias, motivaron a la formación morada a abrazar al maniqueísmo electoral ya a mitad campaña electoral. Esta vez con un: ‘Democracia o fascismo’. Cabe destacar que los resultados del PP han sido mucho mejores, también han mejorado sus resultados respecto a los comicios de 2019.
El Gobierno central de Pedro Sánchez, en su objetivo de hacer frente a las demandas descentralizadoras de partidos de carácter, comúnmente, nacionalista o regionalista, trató de ceder ciertas decisiones a las propias comunidades autónomas tras la primera ola de la pandemia. Si bien es cierto que las quejas han aminorado, el verdadero, y principal, obstáculo con el que se ha topado ha sido el gobierno de la comunidad autónoma de Madrid.
Como ya hemos comentado, Ayuso ha ocupado el espacio de la oposición en mayor grado que su compañero de partido, Pablo Casado. Las directrices sanitarias centrales han sido obviadas por el ejecutivo de esta comunidad con el argumento de proteger y salvar la hostelería. Y así, dicotomizando, ha sabido movilizar a la sociedad madrileña, y históricamente, cuando el electorado de Madrid vota en masa, beneficia a la derecha, en este caso al Partido Popular de Ayuso.
El resultado obtenido por la formación de la gaviota cobra sentido en relación a la estrategia planteada por el equipo de campaña. En el año 2019, Madrid ciudad contaba con cerca de 32.000 establecimientos. Movilizar a este sector no significa movilizar únicamente a los 32.000 hosteleros y hosteleras, sino también en sus entornos familiares y de amistad. Ganar la batalla cognitiva supone un efecto dominó en la sociedad. Recordemos que el 29% de los jóvenes entre 18 y 24 años eligieron a Ayuso, frente al 12% obtenido en 2019.
El nicho electoral objeto de la campaña del PP madrileño ha sido claro: el sector hostelero. La fe del partido en volcar todos sus esfuerzos en convencer a este grupo ha tenido sus frutos. Portar la defensa de la hostelería como temática ventral de la campaña ha traído consigo el voto blando de personas que comparten esta cuestión, pese a muchas veces no compartir con el mismo fervor el resto de propuestas.
Como comentábamos al inicio, estas elecciones anticipadas han estado marcadas por un elevado tono. Si la decisión del adelanto electoral fue motivado por la presidenta de la Comunidad de Madrid, los ritmos de la campaña electoral también los ha marcado ella. El equipo de Ayuso sabía que una alta participación le beneficiaría y así ha sido.
La utilización de dos conceptos totalmente opuestos ha tenido un efecto de gran relevancia en la llamada al voto. Tampoco debemos obviar que la polarización afectiva también tiene su componente movilizador. Y mientras corren balas por el país con claros objetivos pero sin más propulsión que la de la propia furgoneta de Correos, Ayuso ha sabido marcar tiempos y sacar provecho de los mismos. Pese a la sensación de una nueva era, poco ha cambiado en Madrid más que el refuerzo de la presidenta y algún movimiento que otro.

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