‘LIDLT: política de cancelación y Orwell’
Si la isla de las tentaciones se caracteriza por algo, es por tenernos pegados a la pantalla durante sus breves, pero intensos, meses de emisión. En su tercera edición ha desplegado todo el potencial aprendido en las anteriores tiradas y ha sabido captar la atención de tres millones de personas, atentas a los sucesos de las distintas parejas.

En el anterior artículo: “LIDLT: la influencia de los mass media en los neoralities” reflexionaba sobre el poder de este tipo de programas para configurar el ideario colectivo, concretamente en nuestras relaciones interpersonales. En este, trataré de establecer un paralelismo de dicho programa con las redes sociales.
Las redes sociales han venido para quedarse e, indiscutiblemente, podemos afirmar que configuran nuestro día a día. Nuestros referentes ahora son influencers todoterreno que en solo 24 horas parecen tener tiempo para: madrugar, machacar en el gimnasio su esbelta figura -obviamente libre de grasa-, comer un “healthy wrap” en algún sitio “vegan friendly and gluten free”, crear contenido diario para sus redes sociales, ir de compras, realizarse algún tratamiento facial y mostrar su idílica relación.
¿Qué relación tiene esto con “La Isla de las tentaciones”? Más de la que pensamos, porque en esta edición ha ido in crescendo el número de influencers que se han presentado al programa y, con ello, afianzado su futuro. Ahora bien, en este artículo trataremos dar respuesta a la siguiente pregunta: ¿Cuán estrecha es la relación del programa con el uso que hacemos de las redes sociales?
La primera cuestión que me gustaría analizar es el fenómeno de “las hogueras” -momento culmen del reality- y su estrecha relación con las redes sociales y herramientas de mensajería directa como WhatsApp. ¿Quién no ha tenido un intercambio de mensajes por esta aplicación que ha dado lugar a profundas malinterpretaciones? En las “hogueras” sucede lo mismo, pero elevado al máximo exponente. Se trata de un espacio en el que se muestran imágenes del otro miembro de la pareja, completamente descontextualizadas, en un diminuto iPad y con un sonido que deja mucho que desear. Imágenes en las que normalmente están interaccionando con las personas solteras con las que comparten la villa y/o tratando cuestiones tan delicadas como si están satisfechos en sus relaciones. Llegados a ese punto, lo mejor que te puede suceder, es que te subtitulen los clips. Así pues, lo que solemos obtener de todo este mejunje de imágenes descontextualizadas, son reacciones desmesuradas, y vengativas, por parte de quien las ve, en este caso, el otro integrante de la relación.
¿No os recuerda lo anterior a la política de cancelación, cada vez más evidente, en las redes sociales?
Con política de cancelación no me refiero a cómo reclamar el vuelo de cinco euros de Ryanair que nunca salió, sino la exposición pública de la que, en muchas ocasiones, se hace uso para difamar sobre ciertas figuras. Y es que, recuperar un tweet de 2002, totalmente descontextualizado, de un actuar líder político para desprestigiar su candidatura, no es hacer política.
Cada vez vemos como, desde las redes sociales se alimenta el odio hacia ciertos sectores de la población, detrás de una pantalla y en nuestra silla de Ikea nos sentimos con la libertad de atacar a quien se nos ponga por delante, en ocasiones de forma desmesurada y con falta de coherencia. También podemos ver una creciente polarización ante ciertas cuestiones, la dicotomía está a la orden del día y, o estás conmigo o estás contra mí, sin darle el espacio que merece a toda la gama de grises que existe entre el blanco y negro.
Volviendo al reality que me ha inspirado, otro de los fenómenos que abordaré y que puede que se aleje un poco del objetivo principal, pero que no puedo dejar de nombrar, será la “luz de la tentación” este novedoso elemento que han decidido integrar los realizadores del programa parece inspirarse en Orwell y su título “1984”. Y es que el programa, en su afán de mostrar su orgullosa inversión en i+D, ha diseñado una pequeña alarma que cada vez que una de las parejas se salta el límite establecido emite una señal sonora y luminosa que no deja indiferente a cualquiera. Una vez más, tratando de generar en quien la escucha, impulsos descontrolados que darán vida al programa en detrimento de alimentar relaciones sanas, estables y maduras.
Para terminar, me gustaría invitar a este artículo a un autor que tampoco parece dejar indiferente a cualquiera: Marx. Este, mediante su teoría de la alineación, entendió perfectamente el castigo social hacia las personas que no solo vemos, sino disfrutamos el programa. Lo que Marx desarrolla en esta teoría es la idea de que las personas, a modo de escaparnos durante unos instantes de la realidad, buscamos el consuelo en programas de este tipo. Defiendo que esta evasión no debería ser vista como algo negativo, sino como producto de la estructura social. El individuo que se alimenta durante unas horas de “La isla de las tentaciones” no se convierte en un ser que no tiene la capacidad de analizar la realidad social, sino que busca un consuelo momentáneo ante una realidad con la que, probablemente no se sienta satisfecho.
Me gustaría concluir con una idea: debemos ser conscientes de la herramienta que tenemos en nuestras manos: un teléfono móvil con acceso a internet y, probablemente, más de diez aplicaciones descargadas. Si empezamos a ser conscientes del poder – y con ello la responsabilidad- que ello conlleva, tal vez podamos empezar a alejarnos del odio y la polarización que reina actualmente las redes sociales. Hagamos un balance sobre si merece la pena hacer uso de argumentos “ad Hominem” para desprestigiar al usuario al que te estás enfrentando, replanteémonos si con la utilización de insultos y ataques personales pensamos que hemos ganado un debate. Cuando en realidad lo que estamos haciendo es perdernos entre tanto odio.

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