‘Land Rover, del mito a la marca’
Soy un amante de la naturaleza, lo reconozco. La intento disfrutar siempre que puedo, a veces mi trabajo me permite compartir momentos con ella, otros solo lo puedo hacer en mi tiempo libre y a veces me tengo que conformar con verla a través de una pantalla. La naturaleza me ha proporcionado experiencias increíbles pero no viene al caso comentarlas. Lo que si viene al caso son las marcas que he conocido a través de ella, marcas que se crearon para enfrentarte a los retos que te propone y salir airoso.

Hoy quiero analizar la evolución que ha tenido una de las marcas más emblemáticas de coches para todos los y las amantes de la naturaleza como yo. Así es, hoy voy a analizar a Land Rover.
En 1947 los hermanos Wilks deciden coger el chasis de un Jeep, ya eran competencia antes siquiera de empezar, y crear la semilla del primer Land Rover. En un momento donde las materias primas se habían dedicado a la guerra, se buscaba un coche que tuviera el mínimo de partes posibles, que fuera sencillo y, sobre todo, que sirviera como ayuda a los trabajadores del campo. Pese a que el concepto necesitó de muchos años para asentarse, finalmente, Land Rover consiguió lo que se había propuesto: conseguir desarrollar un concepto de vehículo que ayudara, tanto en las labores agrícolas, como a descubrir los rincones más inhóspitos del planeta.
¿Esto se consigue sin buscarlo? En absoluto. Land Rover tenía muy claro que en Europa hacía falta un líder del sector que resolviese esa necesidad de explorar, de trabajar la tierra, de volver a sentirse autorrealizado. Tan solo tenía que buscar los mejores “escaparates” posibles para lograrlo. Si tuviera que quedarme con uno de ellos, sin duda sería: la Camel Trophy, un rally/aventura copatrocinado por la marca de cigarrillos Camel y Land Rover. En ella varios equipos de dos personas representaban a varios países y territorios en una competición de distintos deportes de aventura donde los todoterrenos tenían un protagonismo destacado.
Aquella acción de marketing resultó un éxito, ya que edición tras edición, los Land Rover cobraban más y más reputación en el mercado, merecida o no, es discutible, pero sus ventas no dejaban de aumentar.
Tal y como iban pasando los años, y con ellos la “necesidad” de descubrir una naturaleza que ya estaba más que expoliada, desde Land Rover se seguía trabajando para seguir posicionándose en ese segmento de mercado. Las cadenas de producción seguían lanzando modelos de coches pensados para conquistar los 5 continentes, eran indestructibles, pero incómodos, tanto en ciudad como en carretera. Fue entonces cuando comenzó el declive de la marca, solo los aficionados al 4×4 extremo y algún nostálgico se atrevía a comprarlo, todo indicaba que estábamos ante la desaparición de una marca histórica.
Pero en 2011, contra todo pronóstico, Land Rover da un giro de 180º y lanza el modelo Evoque, el primer modelo renovado de lo que sería su nueva imagen. Ya no interesaba dar servicio a granjeros de Inglaterra o de descubrir el último rincón del Congo. Ahora se trataba de lujo, velocidad y status social. Desde 2011 hemos visto como la marca ha ido renovando todos y cada uno de sus modelos, incluyendo su emblemático Defender, para convertirlos en bólidos, algunos de ellos de más de 400CV y 120.000€. Estos nuevos coches estaban ya adaptados a las autopistas y pensados para volar sobre el asfalto y pasearse por los barrios más exclusivos del planeta.
Todo lo que rodea la marca ha sido modificado, ya no tiene cabida el barro o el polvo, ahora todo gira en torno a acabados de piel natural, maderas nobles y motores híbridos o eléctricos. El cliente de la marca ha cambiado y la marca ha hecho lo propio, adaptarse a un mercado que había dejado de interesarse por sus productos, aunque ello haya supuesto renunciar a la esencia que la fundó.

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